Las matemáticas escondidas en el arte del origami

Las matemáticas escondidas en el arte del origami

Una pajarita, un velero, un comecocos o una rana. Todos alguna vez, con mayor o menor habilidad, hemos transformado un trozo de papel en un pequeño juguete a base de dobleces y dobleces. El origami, o papiroflexia si utilizamos el término en castellano, es un arte de origen japonés que surgió entre las clases más altas, que podían darse el lujo de disponer del papel suficiente como para convertirlo en el centro de un entretenimiento. Con la expansión del papel se extendió también la costumbre del origami.

Como curiosidad, Miguel de Unamuno fue un gran aficionado a la papiroflexia, que consideraba un divertido entretenimiento y que llamaba cocotología a modo de broma. En muchos de sus retratos aparece alguna pajarita entre sus libros, e incluso bautizó como Cocotta Unamuniensis a una de sus creaciones.

Pero además de entretenimiento y arte, el origami esconde una buena cantidad de reglas matemáticas. Al fin y al cabo, si deshacemos una figura, lo que obtendremos es un patrón de formas geométricas sobre una superficie plana. El físico Robert Lang, que dejó su carrera investigadora para dedicarse a tiempo completo a diseñar y estudiar modelos de origami, teorizó hace unos años cuáles eran las normas matemáticas que se pueden aplicar a cualquier figura hecha de papel, construida según su rama más tradicional: a partir de un pedazo cuadrado de papel y sin utilizar cortes ni pegamento.

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